ATTE.: MI ANSIEDAD



A pesar de que el silencio me parezca el mejor de los refugios, hoy no me quiero quedar sin palabras. Creo que lo que quiero evitar es propiamente el silencio, y dejar de buscar un refugio más allá de mí. Esa era una búsqueda equivocada, siempre que lo he encontrado ha sido en mí misma, pero yo no quería hacerlo.

A pesar de los años no encuentro la manera de aceptarme y eso no me deja ser feliz. Gasto toda mi energía en buscar cierta aceptación de personas en las cuales nunca encontraré el valor de la propia, y por eso siempre es insuficiente.

No es que exija demasiado, sino que ya no me llena nada. El silencio es lo único que todavía no entiendo del todo, y estoy encerrada en él, perdida en un mar de palabras que siento que no sirven para nada, pero que son la única vía para seguir viviendo esta vida. Y es que tampoco me queda otra alternativa si quiero encontrar un nuevo instante de felicidad.

La ansiedad no deja de bombardearme palabras, discursos y más discursos que mi cabeza no deja de analizar. La ansiedad no me deja vivir en presente ni en silencio y eso ante el mundo me bloquea. Hoy mantengo tantas conversaciones en mi cabeza que soy incapaz de prestar interés a todas aquellas que se plantean fuera de mí.

Tengo bloqueadas mis emociones y ni escribiendo sobre esto soy capaz de romperme. ¿Puede acaso romperse algo que ya estaba roto? Hay dos opciones: Que los cachos mayores se hagan pedazos todavía más pequeños, y entonces sí, todavía puedo romperme; o que simplemente vuelva a sentir todas las fracturas. Creo que la respuesta depende de cómo restauremos lo que se nos rompe. Si ponemos una tirita nunca dejaremos de sentir esas fracturas, porque se despegan. Si cosemos las heridas puedes volver a romperte, pero la herida será una nueva.

Estoy bastante despegada de mi cuerpo estos días, y trato de coser, pero no sé dónde están mis heridas, así que voy buscándolas con la intención de cortar la hemorragia que me está desangrando, pero no la encuentro. Me sigo desangrando, y lo veo desde fuera, bloqueada, sin intervenir, viviendo mi vida como siempre porque la ansiedad no me deja parar a pensar en cómo vivirla.

Así que, aunque tenga el pecho vacío cada vez que me voy a la cama, sigo durmiendo. Y aunque no quiera dormir sabiendo que no estás para abrazarte y que no me levantaré con un mensaje de "buenos días", sigo durmiendo y sigo levantándome en días de mierda, ignorando que lo son.

Y la verdad que no sé que hacer, porque cada vez que lloro me ahogo y cuando no lloro también lo hago. Pero, aunque se me cierre el estómago sigo comiendo y aunque esté perdida sigo andando. Supongo que todas las nuevas etapas son una manera de renacer, y por eso siempre hay que volver a aprender a reír.

Es curioso cómo en estas situaciones siempre me he sentido tan poco vulnerable en comparación con los daños del día a día. La ansiedad cobra sentido y no me queda más que esperar a que un día no sea ella quien decida.

 

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