Paradojas
La necesidad de sangrar por escrito todas las palabras que en silencio me acosan, viene de romper el silencio con más silencio, de dejarme sufrir sólo un momento, de reconocer que a mí es a quien le importa leerme y con suerte, descifrar lo que digo.
Es difícil cuidarse de uno mismo porque no sabemos que tratamos con nosotros mismos. Cargo en la espalda todo lo que no dije a quienes
me hicieron daño y, de vez en cuando, vomito nudos que se forman en mi garganta, bailando compulsivamente la única música que permite caer algunos de los
reproches que todavía me quedan.
La más perfecta paradoja de mi vida es la confianza. Me dicen
“te fías demasiado” ¿crees que de verdad confío? Sé que me haría daño hasta quien tengo al lado, pero no puedo dejar de sonreír, mi vida sigue siendo una competición
de gimnasia, aunque conmigo nunca gano.
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